VOCES Y EXPRESIONES ESTUDIADAS EN ESTE VOLUMEN

Cualquier y cualesquier. Cualquiera y cualesquiera.

Umbral y dintel.

Familiar, pariente, deudo o allegado.

Sendo.

Apercibir, apercibido, desapercibido, etc.

Protestar de y protestar contra.

Deber.

Plegar y desplegar.

Infulas e ínsulas.

Elucubración y lucubración.

Actitud y gesto.

Abrogar y arrogar.

Avalancha y alud.

Especie y especia.

Confesionario y confesonario, espurio y espúreo, sacaliñas y socaliñas, verosímil y verisímil.

Tener lugar.

Ocupar.

Azarar y azorar.

La segunda persona del pretérito indefinido.

Debatir.

Proveniente, provinente y proveniente.

Aludir y alusión.

Señero.

Algido.

Caliginoso.

Destacar.

Pleno.

Posibilitar.

Cohonestar.

Doblez

Bardo.

Cerúleo.

Reasumir y resumir.

Inconsútil.

Influir e influenciar.

Genuflexión.

Propugnar.

Rango, actualizar y actualización. Escalonear. Romanizad.

Consumación, consumo o consumición.

Ditirambear. Solucionar. Contrafigura. Inicio. Bajos fondos. Nulificar. Dinamizar. Presionar. Inviscerado. Recargamiento. Catastrofal. Programático. Programación. Relevancia. Encapsular. Cardializar. SAlquimiar. Modestada.Despectivando. Endeliciadora. Egoistó. Estuporizados. Billareaban. Guarismar. Desanzuelándose. Ajuaraba. Yertez. Aspavientó. Pavorrealea. Asqueativamente. Atemporalada. Indisimulando. Engabardinarse. Ajueró. Vaivenearse. Anchando. Hispanidad. Protagonizar, protagonización y protagonizamiento.

La preposición a.

Album y frac.

Reducible e irreducible, reductible e irreductible, reducibilidad e irreductibilidad.

Ronronear y runrunear.

Escapar.

Testimoniar y atestiguar.

Revancha y desquite.

Extrañar.

Rail.

Galicismos a granel: Delimitar. Delimitación. Balbuceante. Zarramplon y zarramplín.

Justeza y justedad.

Satisfacer.

Desplazar y desplazamiento.

Camarín y camerino.

Estridencia.

Banal y banalidad.

Ambientar. Homenajear. Revolucionar. Conmocionar. Conmocionado. Contorsionándose. Contorsionado. Contorsionarse.Convulsionar.

Femineidad y feminidad.

Auspicio.

Constatar, constatación y constatado. Deprisa, enseguida, tí, ésto, éso y aquéllo. Uy. Dedicar para. Bajo tal o cual punto de vista. Envergadura. Dispépsico. Dentífrico. Metereológico. Andara. Atrona. Contricción. Expolique. Inconmensurable. Puertorriqueño. Antonomásico. Sugerencia. Absurdidez. Irrisoriedad. Juicio crítico. Nórdico. Instruir deleitándose.

Compartimento y compartimiento.

Meticulosidad y meticuloso.

Dejar y quedar.

Abrevar.

El pasado, el presente y el futuro, y lo pasado, lo presente y lo futuro.

Obstaculizar, obstaculizado, obstaculizando, y obstaculización. Presupuestar y presupuestado. Inteligenciarse. Extorsionar. Solución de continuidad. Eclosión.

Prestigiador y prestidigitador.

Diluir.

Inicio.

Decepcionar.

Neologismos: subjetualidad, metaespeciante, mutante, factual, aptitudinalmente, autonomización, momentual, personeidad, quidditativo, quiddicación, enclavamiento, filetizable, especiable, especifidad, inespeciabilidad, enclasables, exigitiva, procesual, univocidad, basal, supositalidad, sustantificar, dominancia, exigencialidad, procesualidad, talidad, coherencuial, objetualidad, objetualizador, precisividad, estímúlica, aperturalmente, principialidad, programado, modélica, cotidianeidad, voluntariosidad, pedigüeñeando, semblanteó, exilaron, aparatosidad, obnubilaron, atardecida. Amurriarse. Sorpresivo. Engravillados. Etiquetados. Memorizar. Minimizar.

Plurales abusivos: talentos, entusiasmos, energías, caridades, fervores, honras, humores, dineros.

 

AL QUE LEYERE

     ¿Qué propósito me guía al publicar este libro?

     Contribuir a desterrar del lenguaje, con mi modesto esfuerzo, las palabras y expresiones viciosas que hay en él.

     No voy a descubrir el Mediterráneo. En esta tarea y con relación a muchas de las voces que aquí se ponen en solfa, me han precedido sapientísimos autores: el padre Mir, Valbuena, Baralt, Cuervo, Salvá, Bello, Isaza, Cavia, Casares, etc. Pero a pesar de las enseñanzas de estos gramáticos o lingüistas, la contumacia de unos en el error y la ignorancia de otros, que han pasado de largo respecto de tales lecturas, han sido causa de que los dislates y las incorrecciones continúen poblando las páginas de periódicos, revistas y libros, o desluciendo el lenguaje de los que conversan y el de los locutores de la radio y de la televisión.

     Esta crítica no tendrá hiel alguna. Será la de un dómine sin palmeta, ni rebenque, pues si alguna vez aparecieran, atribúyase a la reincidencia o reiteración de los trasgresores del habla.

     Método a seguir: señalar la palabra o expresión viciosa; indicar, breve y sencillamente, la forma correcta de decir la misma cosa y confirmar, con varios ejemplos tomados de clásicos y modernos, la exactitud, propiedad y casticismo de las voces, regímenes, giros, etc., aconsejados como buenos.

     No se me oculta que estas sencillas lecciones de bien decir nada podrán contra los que no reconocen otra autoridad que la propia o se dejan llevar por el demonio de la soberbia. Pero hay muchas almas sencillas que aceptarán, sin duda alguna, mis observaciones. ¿Qué razón puede haber en mantener un disparate, un solecismo, una torpeza? Si se advierte al lector, de modo amable y persuasivo: no escribas o digas ínsula por ínfula, dintel por umbral, elucubración por lucubración, avalancha por alud, revancha por desquite, protestar de por protestar contra, camerino por camarín, pleno por lleno y otras cosas parecidas, y mi repudiación, de tales palabrejas espurias o viciosas, va avalada por más de un testimonio autorizado y solvente, ¿qué interés puede haber en seguir incurriendo en tales desatinos o incorrecciones?

     Si tras algún tiempo y merced a estas páginas y al cuidado que pondré en no herir sentimientos ni susceptibilidades de nadie, he conseguido desterrar del área modesta en que me muevo, esos vicios y corrupciones que más desdoran el habla que la embellecen y abrillantan, me consideraré hondamente satisfecho, y tenga por seguro el más avisado y suspicaz lector, que lo mismo que me sentiré lleno de júbilo por el éxito-si lo consiguiera, que no es fácil-se me olvidará, a raíz de experimentarlo, que fui yo quien lo promovió.

     También pudiera suceder que no estuviese siempre en lo cierto al propugnar un giro, rechazar una palabra o aconsejar tal o cual modo de decir. En tales casos admitiré, de buen grado, la lección que proceda.

     Por último consiéntaseme que persista en mi actitud de intransigencia en lo que se refiere a algunas voces y acepciones ya admitidas por la Real Academia Española, pero que carecen de verdadero abolengo literario, como rail, desplazar y desplazamiento, estridencia, inicio, revolucionar, solucionar, actualizar, ambientar, convulsionar, extorsionar, sugerencia, rango, meticuloso y meticulosidad y otras muchas más que no cito por no prolijearme.

 

I

Cualquier y cualesquier

Cualquiera y cualesquiera

     He aquí , caro lector, un adjetivo indeterminado o indefinido que trae a maltraer a escritores y periodistas. Pero no se crea que a escritores de tres al cuarto-,sino de muchas campanillas. Y todo por una pícara s que en vez de ir al final de la palabra, como hacen los franceses con su quelconques, va en medio de ella, bien arropadita con las demás letras, cual niño en mantillas.

     Sépanlo los que no lo sabían y recuérdenlo cuantos lo habían olvidado: cualesquier y cualesquiera no son más que los plurales, respectivamente, de cualquier o cualquiera, como quienesquiera, de quienquiera; hijosdalgo, de hijodalgo, etc. De aquí que cometan crasísimo error los plumíferos, que creyendo dar el golpe, echándoselas de finos, pulidos, elegantes y exquisitos, escriben así: “cualesquier (o bien), cualesquiera disposición que se dicte por el gobierno en este sentido, será bien recibida” o “Un libro cualesquiera (o bien) cualesquier libro tiene siempre algo bueno, como dice Cervantes”.

     ¡Tate¡ Lo dijo Cervantes por boca de su bachiller en el capítulo tercero de la segunda parte de su obra inmortal; pero también es cierto que antes que él lo había dicho Plinio; y sabe Dios de dónde lo habría tomado éste: Nihil nóvum sub sole se lee en el Eclesiastés. Volvamos empero, a nuestro tema, pues ninguna falta nos hace la erudición y es posible que cualquier desamorado lector le juzgue empalagosa e incluso indigesta.

     Ni el primer caso, ni el segundo, está bien empleado el adjetivo cualesquier y cualesquiera. Malamente puede concordar con “una disposición” o con “un libro” lo que expresa plural y está, por tanto, pidiendo a voces “dos o más disposiciones” o “dos o más libros”.

     Veamos confirmada nuestra doctrina con la siguiente jurisprudencia, como diría cualesquiera rábula o picapleitos:
“...tanta diferencia hay, quanta no puede ser mayor entre dos cualesquier letras...” Antonio de Lebrija : Dictionarium (Lvgdvni, MDCLV) Praefatio, página 7.

     “Especialmente la constituyó (a doña Isabel) por mi heredera y legítima sucesora en los dichos mis reynos de Aragón e de Cecilia, no obstante cualesquier leyes, fueros y ordenamientos y costumbres de los dichos reynos...” (Testamento de Tordesillas, del Rey Católico).

     “...y defendidos de cualesquier acontecimientos malos” Fray Luis de León: Los nombres de Cristo (Barcelona, 1885), página 51.

     “Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea...” Cervantes: Don Quijote de la Mancha (Madrid, 1905), página 104.

     “...cualesquiera riñas, batallas y pendencias, por peligrosas que fuesen.” Cervantes: Ibídem, página 121.

     “...de cualquiera manera y con cualquiera intención que ese mozo venga...” Cervantes: Las novelas ejemplares: La Gitanilla, pág. 57.

     “...y como por esta y otras causas vamos trastornando el pueblo cristiano, recurrimos de presente y apelamos de todos y cualesquiera gravámenes y conminaciones al futuro Concilio”. Alfonso de Valdés: Cartas de Carlos V a Clemente VII y al Colegio de Cardenales. (Vid Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez y Pelayo (Santander, MCMXLVI) t. III, pág. 129.

     El ejemplo que transcribimos a continuación es decisivo, porque en él se usan los dos números : singular y plural.
“Que todas y cualesquiera obras de Dios son nuevas y cualquiera cosa que una vez hizo, siempre la hizo, y esto por su inmutabilidad.” Fray Juan de los Angeles (Obras místicas de.- Nueva Biblioteca de Autores españoles, Madrid, 1912, parte I, página 25).

     Vayan a manta de Dios otros cuantos:

     “...y poner en segura prisión a cualesquiera procuradores que viniesen de Nueva España...” Antonio Solís: Historia de la conquista de Méjico (Buenos Aires, 1947), página 375.

     “...y de otras cualesquier leyes, fueros y derechos y con otras cualesquiera firmezas”. (Don Juan II. De un documento de 1447).

     “...de hombres dedicados a cualesquiera otras ocupaciones...” Feijoo: Teatro crítico universal (Madrid, 1923), t. I, página 197).

     (...)

     “...absteniéndose de cualesquiera voces o cláusulas...” Menéndez y Pelayo: Historia de los heterodoxos españoles (Madrid, 1911, 1917, 1928, 1930 y 1932) t. VI, página 315.

     “Pero sean cualesquiera sus relaciones con la magia...” José Ortega y Gasset: Estudios sobre el amor (Madrid, 1944), página 69.

     (...)

     Don Ramón de la Cruz, en su sainete La visita de duelo, hace hablar así a uno de sus personajes: “Y lo tercero-que en llamándonos ustedes- con cualesquiera pretexto-podemos pelar la pava. “Biblioteca de clásicos amenos (Madrid, s.a.), vol. XVI, página 104.

     Esto lo dice un petimetre. Me temo que don Ramón de la Cruz se quisiera burlar de él poniendo en sus labios tal dislate.
Después de cuanto va dicho nadie dudará de que está mal expresarse así:

     “...los elementos sensibles varían en cualesquier grado con la cualidad del estímulo”. J. González Alonso, trad. de Compendio de Psicología, por Guillermo Wundt (Madrid, s.a.), página 61.

     La “emboscada” s de cualesquier y cualesquiera y quienesquiera trae a maltraer a muchos escritores, incluso a los del siglo XVIII como Xavier Lampillas en su “Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos”, que dice: “...o juicio de cualesquiera escritor” (Madrid MDCCLXXXIX), t. I. página 28). si bien el descuido habrá que imputárselo a la traductora doña Josefa Amar y Borbón.

     Y ya en nuestros días:

     “...a todos los que por cualesquier motivo...” Ricardo Fernández de la Reguera: Cuerpo a tierra (Buenos Aires, 1959), página 99.

     “...a cualesquiera clase de devaneos...” Ibídem, página 144.

Cualesquier y cualesquiera
son plurales, sí, señor,
y quien diga lo contrario
es un insensato atroz.

Con los números no cabe
tal extralimitación,
como tampoco podemos
mirar cara a cara al sol.

 

II

Umbral, sí; dintel, no.

     Dintel, no, naturalmente, cuando damos a esta palabra un sentido o significación que no le corresponde. Porque dintel-tomen nota los olvidadizos o los ignorantuelos que ponen sus manos pecadoras en el habla no para enaltecerla, sino para menoscabarla- no es lo mismo que umbral. Es todo lo contrario. Por eso cuando un borrajeador de cuartillas o, lo que es más grave, un autor consagrado escribe así: “Juan apareció en el dintel de la puerta”, comete un dislate imperdonable. Hiperbolizando un poco o un mucho se puede decir que el mundo anda de cabeza; pero no puede decirse de cada uno de nosotros, porque hay excepciones. Y al escribir “Juan apareció en el dintel de la puerta”, proclamamos que Juan andaba de cabeza como el mundo.

     Si quien aparece en el dintel de la puerta es una mujer, entonces pudorosamente nos tapamos los ojos, pues una mujer con los pies para arriba y la cabeza para abajo ha de enseñar, por fuerza, lo que, conforme a la moral y las buenas costumbres-que es la misma cosa-debe ocultarse cuidadosamente.

     Dintel es la parte superior de una puerta o ventana que descansa sobre las jambas. Si dijéramos que Juan había desaparecido bajo el dintel de la puerta o en el umbral nada reprensible habríamos dicho, pero creer que dintel es lo mismo que umbral equivale a tomar el sombrero por los zapatos o la cúpula de un templo por la cripta.

     “...para luego revolar o posarse en lo más alto del lintel (es lo mismo que dintel) de la puerta”. El Solitario: Escenas andaluzas (Madrid,1847), página 228.

     “...clavó los ojos en un retrato de Amauri colocado sobre el dintel...” Gertrudis Gómez de Avellaneda: Obras literarias de (Madrid, 1871), t. V, página 213.

     Para que no haya la menor duda sobre esto, allá va un ejemplo en que, con correcto empleo, figuran las dos voces: umbral y dintel.

     “...y se presentó en el umbral con el acero de Pacomio en dos pedazos la colosal Petronila, cuya desgreñada cabellera se rozaba con el dintel...” Francisco Navarro Villoslada: Amaya o los vascos en el siglo VIII, página 192.

     “Cuando Eudón a apareció bajo el dintel de la puerta...” Ibídem, página 220.

     Y como nunca está de más lo que está bien, permítaseme aportar otros cuantos paradigmas del uso correcto de la voz estudiada.

     “...Las puertas claveteadas de hierro y ceñidas en el dintel con arabescos de tierra cocida...” Emilio Castelar: El suspiro del Moro (Madrid, 1885), página 84.

     “ Los trilitos. Se componen de dos piedras en forma de menhires, sosteniendo una tercera piedra que sirve como de dintel.” Menéndez y Pelayo: Historia de los heterodoxos españoles, tomo I, página 105.

     (...)

     Después de cuantos testimonios anteceden respecto de la propiedad con que ha sido empleada la voz dintel, se advertirá fácilmente su incorrecto uso en los ejemplos siguientes:

     “...la esposa no ingresa en la casa matrimonial por su propio pie, sino que el esposo la toma en vilo para que no pise el dintel”. Ortega y Gasset: Obras completas (Madrid, 1947), tomo V, página 586.

     “El jefe se volvió desde el dintel de la escalera...” José y Jesús de las Cuevas : Historia de una finca (Jerez,1958), página 82.

     “...y su madre podía sentarse en el dintel de la puerta”. J.M.C., trad. de El despertar, de Marjorie Rinnan Rawlins (Barcelona, 1953), página 344.

     “...Marnoa y yo nos sentamos en el dintel de la puerta fumando nuestras pipas. “Julio Fernández-Yañez Gimeno, trad. de El hijo de la Furia, de Edison Marshall (Barcelona, 1955), página 269.

     “...un hijo para los viejos sentados al dintel de su puerta”. Ibídem, página 271.

     “...y los tronchos y las manzanas podridas formaban montones en el dintel del palacio de la condesa de Berkshire...” Ed. Tauchnitz, de Historia de Inglaterra, de Macaulay, t. I, página 352. Citado por Juderías en España en tiempo de Carlos II, el Hechizado (Madrid, 1912), página 73.

     Si en vez de echar mano de dintel tan desacertadamente se sirvieran de la palabra umbral, ningún reproche podría hacerse.

     “...se abrió la puerta y apareció éste (Martino) en el umbral”. Luisa Forellad: Siempre en capilla (Barcelona, 1954), página 128.

     “Llegan a nuestros umbrales fijados en la sombra de nuestros amigos. “Antonio Solís: Historia de la conquista de Méjico, página 131.

     (...)

     “...en el momento de atravesar el umbral se tambaleó como un borracho”. Francisco J. Alcántara, trad. de El Don apacible, de Mijael Cholojov. (Barcelona, 1965-66) t. III, página 142.

     Las cosas mal dichas o mal escritas son las que más se pegan al oído o a los ojos, las que más fácilmente se incorporan al caudal de nuestros conocimientos (...)

     Y a esos autores que olvidando la ley de la gravedad, pues no nos consta que los aten para que puedan mantenerse en posición tan extremadamente difícil, se les ocurra sentar a sus personajes en los dinteles de las puertas, habría que decirles con un poquito de zumba, pero sin hiel:

Bajo el dintel está bien,
sobre el dintel está mal,
que el dintel es lo de arriba
y lo de abajo el umbral

 

III

     La voz familiar tiene distintas significaciones, como veremos ahora.

     Familiar, de familiaris, es lo que pertenece a la familia. ¡Qué invención más simpática es la familia¡, como dijo el juvenil héroe de Cabeza de zanahoria. Al trato llano y sencillo se le llama familiar, y se dice de lo que uno tiene muy sabido y del lenguaje natural y corriente. En todos estos casos lo usamos como adjetivo.

     Como substantivo ofrece numerosas acepciones. Criado o sirviente; paje de un obispo; ministro de la Inquisición; demonio que tiene trato con una persona; coche de cuatro o más asientos, etc. Pero el único significado que no puede atribuírsele (cuando se escribieron estas páginas no había sido admitida aún por la Real Academia Española, con la significación aquí censurada, la voz “familiar”) es el más generalizado en boca de doctos e ignorantes, porque ¿quién no ha oído decir al hombre más conspicuo: “Los familiares del difunto están muy apenados”, o ¿quién no ha leído en letras de molde: “Damos nuestro más sentido pésame a los familiares del ilustre finado”?

     Uno encuentra en la calle a un familiar de Fulano y le saluda muy cordialmente; otro aconseja que digan a los familiares de Zutano la gravedad de su dolencia; éste escribe en una invitación: “Puede usted venir acompañado de dos o más familiares”; y aquél pregunta: “¿Juan Garcia es familiar suyo?”

     Todos estos modos de emplear la voz familiar son incorrectos. Y como el mal ejemplo crece como el boabad o la mala hierba, se pega como la tiña y se propaga como el fuego, no hay literato, poeta, autor dramático, periodista, etc., que cuando tiene que referirse a un deudo, pariente o allegado, deje en los puntos de la pluma, como debiera, la palabra familiar y tire de cualquiera de estas otras.

     Vamos a ver ahora en varios ejemplos tomados de clásicos y modernos el adecuado uso de dicha voz.

     “Yendo camino solo un rey de Castilla con un paje diligente que le había seguido y familiar suyo...” Juan de Timoneda: El Sobremesa y Alivios de caminantes (Biblioteca de Autores Españoles) (Madrid, 1876), t. III, pág. 173.

     “Los familiares y favorecidos en las cortes temen de condenarse por pecadores y temen de caer por ser privados...” Fray Antonio de Guevara: Menosprecio de corte y alabanza de aldea (Madrid, 1915), pág. 158.

     “Cuando Pompeyo volvió a visitarme, como no halló mi estatua ni a sus familiares preguntó a los huéspedes por ellos; dijéronle cómo la noche antes habían salido de allí con los baúles no sabían a dónde.” Mateo Alemán: Guzmán de Alfarache B. de A.E (Madrid, 1876), t. III, pág. 283.

     (...)

     “La visita fue larga y de conversación familiar. Antonio Solís” Historia de la conquista de Méjico, pág. 203.

     “...no sabemos si bastante o mejor para la claridad significativa del estilo familiar...” Ib., pág. 369.

     “...ese pensamiento le hace familiares cuantas cosas con él se relacionan... José Ontañón, trad. de Tratado del alma, de Vives (Madrid, 1916).

     ...empero, considerando las obras familiares que Dios con el hombre hizo...” Fray Francisco de Osuna: Ley de amor santo (Madrid, MCMXLVIII), pág. 273.

     (...)

     He aquí por el contrario, unos cuantos ejemplos del mal decir:

     “se sintieron honrados con que frecuentara sus domicilios y que se supiera que eran familiares suyos . Eduardo Guzmán, trad. de Einstein, de Philip Frank (Barcelona, 1949), página 171.

     “...distinguía perfectamente las cartas de sus familiares”. Máximo Siminovich, trad. de Shangai Hotel, de Vicki Baum (Barcelona, 1950), pág. 216.

     “...no estaría mucho tiempo separado de sus familiares”. Juan José Mira: En la noche no hay caminos (Barcelona, 1953), pág. 72.

     (...)

     No creo, lector que te quede la menor duda sobre el uso correcto de la palabra “familiar”. ¡ Guerra, pues, a ese mal empleo que se hace de la palabra objeto de estas glosas, e imitemos a los escritores que según suele decirse vulgarmente, saben por donde andan¡

     “...adónde algunos allegados mozos viles de la casa le hicieron un alarido desforme”. Fernán Gómez de Cibdarreal: Centómn Epistolario. Diccionario Enciclopédico Hispano Americano (Barcelona, 1887), pág. 1152.

     “De nuestra casa llamó a todos los parientes, deudos y allegados y a los que están en la misma casa y familia.” Luis Vives: Introducción a la sabiduría (Valencia, 1779), pág. 118.

     “Y son como vecinos y deudos suyos otros algunos hombres, que también se ponen a Cristo en la santa Escritura”. Fray Luis de León: Los nombres de Cristo pág. 23.

     (...)

     “...algunos de ellos me propusieron mis deudos, pero yo decía que harto moza era para casarme.” Castillo Solórzano: La niña de los embustes (Madrid, 1929), pág. 26.

     “...sino de los que son vuestros parientes y deudos.” Fray Antonio de Guevara: Oratorio de religiosos (Madrid, MCMXLVIII), pág. 495.

     (...)

     “¿Cómo es que no tienen amigos o parientes entre las personas que yo trato?” Valera: Pasarse de listo (Madrid, 1925), pág. 36.

     “...no hubo reclamación alguna por parte de los allegados de las víctimas de la ignorancia de los médicos”. Gregorio Marañón: Vocación y ética y otros ensayos (Madrid, 1961), pág. 112.

     (...)

     Tan generalizado y enraizado está el mal uso de la vos “familiar” que no nos hacemos grandes ilusiones respecto de la buena acogida que nos dispensen los “del oficio...”Aunque no sea más que por aquello de que no hay peor cuña que la de la misma madera. Pues no creo que se tenga duda alguna sobre la aplicación, en cada caso, de la palabra objeto de este palique, dada la copiosa aportación que hemos hecho de frases en que se emplea correctamente.

Deudo, allegado o pariente
escribiré, ¡voto a tal¡,
aunque la docta Academia,
indulgente por demás,

haya aceptado sumisa
el dictamen popular.
¡Abajo los familiares
que no sean de verdad,

por muy conspicuos que fuesen,
aquellos que adopten tan
arbitrario, inconsecuente,
pésimo modo de hablar¡

 

IV

Sendos

     Aquí tenemos este adjetivo distributivo, que trae de cabeza, si se nos permite hablar así, a los más empingorotados autores. Bretón de los Herreros decía “sendas tazas” por tazas grandes y don Vicente Boix, el autor de El encubierto de Valencia, no daba mejor empleo a esta palabra al escribir: “ Lorenzo se sentó y bien pronto se vió ocupada la mesilla por sendos platos de dulce...”

     Y todo por no darse una vueltecita a tiempo por los dominios del habla o, lo que es lo mismo, por usar tan precioso instrumento como éste, sin conocer bien su manejo, pues si nadie se atreve a tocar el violín o el piano sin que a tal acto preceda el correspondiente aprendizaje, ¿por qué hemos de ser, en cambio, tan expeditos pluma en mano? ¡Válgame Dios que ésta y no otra es la causa de tanto desaguisado como vemos diariamente en libros y periódicos¡

     El niño aprende a andar y el hombre, antes de recetar a un enfermo, de defender a un reo, de construir una casa o despachar un brevaje, cursa estudios en adecuados centros docentes. El escritor es el único animal racional que se lanza a emborronar cuartillas sin más bagaje que su incontinencia. Claro es que hay muchos que han pasado antes de coger la pluma por todas las disciplinas habidas y por haber, pero yo he conocido a uno que al terminar la última cuartilla solía poner varias haches para que el cajista hiciese de ellas el uso que conviniera. Mas no divaguemos. El principal mérito de quien tenga mucho que decir es decirlo en pocas palabras. Multa paucis, que al buen entendedor, etc... Intelligenti pauca.

     En nuestra lengua no tenemos otro numeral distributivo que el adjetivo sendos. En plural, pues el singular no existe, al menos no está autorizado por el uso de los buenos modelos. Y cuantos creen que sendos equivale a grandes, fuertes o descomunales, incurren, como ya ha observado don Andrés Bello en su Gramática, en crasísimo error.

     Decir que “Juan dio sendos pescozones a su hijo, porque no había ido a la escuela”, o que “José se comió sendas chuletas de cordero” es un dislate de padre y muy señor mío.

Comerse sendas chuletas
un moderno Trimalción,
es meter la pata hablando,
hasta el mismo corvejón.

     Veamos ahora el uso correcto de este adjetivo distributivo.

     “...y mirando a todos los del jardín tiernamente y con lágrimas, dijo que le ayudasen en aquel trance con sendos paternostres y sendas avemarías...” Cervantes: Don Quijote de la Mancha, pág. 706.

     “...mas vide sacar en sendos capachos a Fernán Osorio e a Lope de Montemolín...” Fernán Gómez de Cibdareal: Centón Epistolario. B. de A. E, (Madrid, 1872), t. XIII, pág.22.

     “Y a cuantos tocayos míseros- por el nombre o por el diantre,-tocaron sendas palizas,-que a mí debieron tocarme.” Juan Martínez Villergas: Pedro Fernández (Madrid, 1844), pág.5.

     (...)

     “Por el camino de Lisboa ...aparecieron en sendos y magníficos caballos, ricamente enjaezados, dos muy lozanos caballeros...” Valera : Morsamor (Madrid, MCMVII). O.C., t. XI, pág. 80.

     “...todos se acostaron sobre sendos montones de hierba seca...” Valera : Juanita la Larga (Madrid, MCMVI), pág. 225.

     “ Vuelven con los amigos a tomar el café. Nicanor y “el Aragonés” chupan sendos cigarros.” Juan Antonio de Zunzunegui : La vida como es (Barcelona, 1954), pág. 372.

     “...y que serán sendos sustitutos las expresiones que, careciendo de tan eficaces sonidos, resulten sinónimas de aquellas otras poéticas que hemos considerado”. Carlos Bousoño.